Que en ésta Navidad renazca con más fuerza en nuestra alma nuestra fe en Jesús y en su padre, nos invada la gracia del perdón para olvidar antiguos o recientes heridas, aprendamos a perdonar con el corazón y el alma, a crecer espiritualmente y a decir nuestros sentimientos en palabras, gestos, simbolismos, en actitud comprensiva, aprendamos a dar sin esperar nada a cambio que la vida nos recompenzará porque Dios siempre ve nuestros actos y nada pasa por alto.
El nos ve, El nos ama. El está siempre presente y estará en el momento indicado para brindarnos la ayuda necesaria, quién da sin interés, sin esperar nada a cambio, siempre cuando caiga habrá manos que lo sostendrán y evitarán la caída, y qué mejor que ayudar un poquito a Dios en su enorme misión empezando por ayudar a quienes tenemos a nuestro lado, al necesitado, al que sufre el dolor físico, al que sufre el dolor del alma, que a veces pasa más desapercibido, el que llora en silencio y el que muestra sus lágrimas. El que está afligido y el que necesita un consuelo o una palabra de consejo o tan sólo tu silencio. Pero empezar a desentrar nuestra atención en nosotros para ver qué le pasa al que tenemos a nuestro lado o muy cerca, o no tanto pero nuestra ayuda le puede llegar, sea en una oración, una palabra del corazón, un rezo, una canción, un poema, una lágrima compartida, una mano tendida, sea como fuera tu ayuda al prójimo es ayudar a Dios. Colaboremos con su misión e intentemos en el próximo año ser mejores seres humanos.
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